Jardín - Antioquia by Carlos Orrego |
Sus detractores pierden la guerra cada vez que abres una
bolsa de café y el aroma se esparce, deteniendo conversaciones, pues todos
quieren dedicar su respiración por un instante, a captar la mayor cantidad
posible de ese aroma complejo y perfecto que se encontraba encerrado.
Después de un protocolo más que merecido, la cafetera
comienza su trabajo, y a medida que extrae la esencia magistral, libera un
vapor que termina de impregnar los rincones más ocultos. Y aunque aún no has
tomado ni un sorbo, ya la mente está más activa, porque sabe que debe alertar a
los sentidos para la mejor parte del proceso.
Ya servido, sólo puede opacar sorbo a sorbo las ideas de
quienes no aceptan que es la mejor de las infusiones, pues combina con una perfección
milimétrica, los aromas, las texturas y los sabores.
Y pobres de aquellos irrespetuosos que preparan un café en
medio del afán, desconociendo la historia que llevó el grano a sus manos; y pobres también los que pisotean el arte, creyendo que se trata simplemente de una bebida para quitar
el sueño. Que algún día consigan el perdón, pues se han perdido del poder que
una taza de café tiene para abrir la mente, generar ideas, impulsar proyectos,
inclusive para crear y afianzar amistades. En otras palabras se han negado al poder que
tiene para cambiar vidas, porque nadie continúa siendo el mismo después de
acompañar una buena charla con un buen café.
Me encanta la forma en la que logras que las imágenes se vuelvan realidades. Leyendo, pude casi saborear el mejor café que he probado, inclusive su aroma reapareció en medio de estas líneas.
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